Historias

La Revolución Rusa de 1917; su historia 101 años después

La Revolución Rusa es uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX, no solo por lo que supuso para el Imperio ruso, que pasó a ser la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), sino porque dio lugar al primer gobierno socialista del mundo.

La Revolución Rusa tuvo dos etapas. Una primera revolución en la que el gobierno zarista es derrocado y se impone u gobierno provisional, y una segunda revolución en la que se elimina este gobierno provisional para establecer un gobierno comunista.

Causas de la Revolución Rusa

Una de las principales causas para el estallido de la revolución fue el descontento con el zar Nicolás II, que ejercía un poder despótico y vivía en la más absoluta riqueza, mientras el pueblo rusa se moría de hambre y se encontraba sin recursos las continuas batallas perdidas frente a Alemania durante la Primera Guerra Mundial.

La imagen del zar estaba deteriorada al máximo por su vida de opulencia y labor despótica al frente del país. Además, la opresión de las clases bajas contrastaba con el enorme poder que seguían manteniendo algunos señores feudales, que todavía mantenían el dominio de grandes extensiones de terreno que eran trabajadas por los campesinos o mujiks.

Otra de las causas de esta revolución, fue la entrada de capital extranjero del país, el cual dominaba las fábricas y centros productivos de la Unión Soviética. Esto dio lugar a la aparición de los obreros, los cuáles trabajaban en condiciones infrahumanas.

Pronto se hicieron cada vez más frecuentes las protestas, que luego pasaron a huelgas y terminaron en grandes revueltas. Muchos de estos obreros se agruparon en organizaciones sindicales conocidas como soviets.

Asimismo, en los últimos tiempos se había producido una importante penetración de las ideas marxistas en el pueblo soviético.

Desarrollo de la Revolución Rusa

La primera revolución rusa tuvo lugar en febrero. En el caos que se había originado, el zar Nicolás II se dio cuenta de que no poseía poder militar suficiente para combatir la revolución y vio que su única solución era abdicar. En este momento, un gobierno provisional asumía el control del país (gracias a la unión momentánea de socialistas y demócratas). El objetivo de este gobierno provisional era aportar unos cimientos sólidos para la celebración en un futuro de unas elecciones democráticas.

En un principio los soviets, que eran organizaciones formadas por obreros y sectores socialistas más radicales, dejaron al gobierno provisional realizar sus funciones, con el objetivo de asentar la revolución e impedir un posible intento de regreso zarista.

Sin embargo, pronto los soviets comenzaron a separarse del gobierno provisional y se dio una lucha de poderes. El gobierno provisional poseía el parlamento y el poder del estado, mientras que los soviets tenían el apoyo de los obreros y de los crecientes sectores de izquierdas.

Esto terminó desembocando en la Revolución de octubre, en la que los trabajadores soviéticos que formaban el partido bolchevique, dirigidos por Lenin, derrocaron al gobierno provisional y constituyeron finalmente un gobierno socialista. La Revolución de 1917 marcaba así el inicio de una nueva etapa para la URSS, una etapa que se desarrollaría a lo largo de todo el siglo XX, hasta su disolución en el año 1991 con la Perestroika.

Consecuencias

La Revolución Rusa tuvo importantes consecuencias ya que supuso un cambio profundo dentro de la sociedad, economía e incluso la cultura de la Unión Soviética.

La primera consecuencia evidente fue el derrocamiento del régimen zarista y de la dinastía de los Romanoff, que llevaban siglos de presión y de poder absolutista en el denominado Imperio Ruso. En su lugar se creó el primer estado socialista del mundo, la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Esto supuso la adopción de las ideas socialistas y el desarrollo de otras ideas anarquistas y comunistas.

La Revolución Rusa también provocó algunas discrepancias acerca del camino a seguir tras la muerte de Lenin y luchas de poder entre dirigentes como Stalin, que pretendía consolidar la revolución en Rusia y Trotsky, quien buscaba una revolución a nivel general.

En cualquier caso, la implantación del socialismo en la URSS era ya imparable.

Tras la Revolución rusa la URSS se convirtió en una de las principales potencias económicas a nivel mundial, una posición que mantuvo hasta su disolución.

Entre otras cosas, la URSS fue fundamental para derrotar a Alemania en la Segunda Guerra Mundial, y fue el país que pugnó por la supremacía mundial con Estados Unidos durante la Guerra Fría, escenificando la lucha entre el bloque capitalista y el bloque comunista.

Otra de las consecuencias, en este caso inmediata, que tuvo la Revolución Rusa, fue la salida de la URSS de la Primera Guerra Mundial tras la firma del tratado de Brest-Litovsk con Alemania.

También se produjo la adopción de nuevas políticas económicas. Primero se impuso una denominada precisamente Nueva Política Económica (NPE) que dotaba al campesino de mayor libertad para poder vender los excedentes de su producción.

Sin embargo, con la llegada de Stalin al poder se aprobaron otras medidas encaminadas a la colectivización del trabajo, como la supresión del campesino u obrero individual y la prioridad absoluta de la industria pesada.

Stalin concluyó la construcción de la dictadura comunista. La economía fue centralizada por el Estado y el poder político quedó en manos del dictador que controlaba férreamente al partido comunista y a la sociedad soviética. El terror estalinista configuró uno de los grandes regímenes totalitarios del siglo XX.

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