Lo admito, me equivoqué. Pero es así, porque a mis imberbes 57 años todavía soy joven e impresionable. Queriendo creer a quienes afirman que AMLO es un genio, pensaba que el asunto de la sucesión en MORENA constituía un intrincado juego de espejos donde la astucia y sagacidad del presidente nos iba a deslumbrar.
"Su sueño no había sido tranquilo, pero, por lo mismo, probablemente tanto más profundo. ¿Y qué debía hacer él ahora? Las elecciones comenzarían en breve; para estar a punto era preciso darse una prisa loca, el discurso no estaba aún redactado y, por último, él mismo no se sentía nada dispuesto.
Estoy reviendo, a ratitos, la serie de Juego de Tronos. “Reviendo”, escribí, porque ya la vi una vez. Si usted no la ha visto, aguas, no siga leyendo porque esta columna va a estar llena de spoilers. En mi defensa lo único que puedo alegar es que la última temporada (la precuela del 2022 no cuenta) terminó de transmitirse el 19 de mayo de 2019; o sea, tiempo ha habido y usted nomás no quiere verla. Sobre advertencia no hay engaño, arre, pues.
En la primera entrega, reseñaba yo algunos aspectos de la biografía del ex presidente Luis Echeverría Álvarez (LEA); lo que los hechos muestran y demuestran, lo que los servicios de inteligencia norteamericana pensaban de él, puede resumirse en lo siguiente: LEA fue responsable de enormes dispendios de los recursos públicos; LEA desatendió a México en multitud de rubros; LEA carecía de educación diplomática. LEA padecía de una marcada megalomanía; LEA era arrogante; LEA era mesiánico.
En mi participación previa hablaba del libro El Rey del Cash; afirmé entonces que de Andrés Manuel López Obrador era un plan finito acotado por dos circunstancias ineludibles: la agonía de su mandato y la voracidad rapaz de sus más cercanos colaboradores.
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