Podría decir que no es la primera y para desgracia nuestra tampoco será la última.
Podría afirmar que la administración de la justicia es un atributo del Estado pero no tiene caso, ¿acaso sirve de algo?
Podría exigir en la plaza pública y condenar al gobierno pasado, al que está en funciones y al entrante por su falta de pericia en evitar este tipo de crímenes. Y ni con eso se avanzaría porque esto es un asunto de mentalidades.
Lo cierto es que en marzo se necesitó un tiro para matar a la periodista Miroslava Breach Velducea, aunque el asesino, celoso de su tarea hubo de disparar en ocho ocasiones; 12 días después el 5 de abril, de un balazo mataron a la maestra Matilde Gil, su acta de defunción lo confirma: Laceración y hemorragia cerebral,[ ] seguida por proyectil disparado por arma de fuego.
Y este domingo, la bala que mató a Andrea Athié, la estudiante de 20 años, penetró a la altura de la cara.
Las tres son ciudadanas conocidas que participaban desde su espacio, en la construcción de una mejor sociedad, pero hay otras, desconocidas para el común de la ciudadanía y a lo sumo merecen una mención al interior de una nota policíaca, como Berenice la estudiante de secundaria que desapareció en el trayecto de la escuela a su casa y días después se encontró su cuerpo.
Lo cierto es que cada vez que matan a una mujer en Chihuahua, morimos todos un poco, morimos de tristeza, de impotencia y de dolor ante lo inevitable, la muerte a manos de un asesino. Por lo menos en Chihuahua.