Pensar hace 50 años en una universidad era una quimera para muchos, menos en una planta académica consolidada, con cuerpos académicos reconocidos a nivel nacional, profesores dentro del sistema nacional de investigadores, en fin, pensar en una comunidad universitaria integrada con miles de alumnos, egresados, docentes y personal administrativo fue una proeza que ha rendido frutos a nivel nacional e internacional.
Hoy debemos reconocer a los “ilusos” jóvenes y a otros no tan jóvenes que se inscribieron como alumnos. Son la generación del 69, las mujeres y hombres que creyeron en un proyecto de universidad y que a pesar de las carencias hicieron de su paso por la universidad una escuela que sigue dando frutos.
También hay que agradecer a los docentes, que validaron los primeros estudios, sin paga alguna, muchos de ellos dejaron sus tiempos libres y de ocio para compartir sus enseñanzas. Sus actos, fueron en sentido estricto un acto de misericordia, enseñar al que no sabe en tiempos turbulentos no es algo sencillo. Allí se enseñaba con el ejemplo, no con el discurso. Precisamente la disyuntiva de la universidad se hacía presente de lo que se dice y se hace, un dilema que tiene muy en claro hoy la Universidad Autónoma de Chihuahua.
A su paso, los hombres como José Luis Orozco, maestro fundador y su primer director de la entonces Escuela de Administración Pública y Ciencia Política, dejaron huella. ¿Quién aceptaría el encargo de director de una universidad sin aulas, sin maestros, sin mobiliario, sin presupuesto? Sólo los grandes hombres de ideales lo harían. Por ello insisto, el mejor discurso es el ejemplo y no me cansaré de decirlo: gracias José Luis Orozco por darnos esta universidad, aunque ya partiste siempre estas presente con tu mirada al norte, hacia Estados Unidos, el objeto de estudio que te consagró como docente e investigador a nivel nacional. Tu busto nos enorgullece y dejas a tu familia con la frente en alto.
Algunos anécdotas que viví son dignos de comentar, porque cuando se quiere se puede. Así, un día escuche que nunca tendríamos profesores en el sistema nacional de investigadores, que “X” o “Z” proyecto no se consolidarían, hoy la universidad está consolidada en Ciudad Juárez y nos sentimos orgullos de ello.
A cincuenta años, vivimos una modernización universitaria, que impacta en indicadores de calidad, que busca el desarrollo sostenible con humanismo, con un nuevo modelo que potencia al estudiante como actor de su propia vida y es artífice de sus propias capacidades. El rediseño curricular incorpora competencias para la vida, se desarrollan habilidades para el uso de las tecnologías, el manejo del lenguaje, la búsqueda de información, la sostenibilidad como una apropiación ante las amenazas del entorno y en el que la humanidad se ha convertido en la pieza central. Vivimos en tiempos convulsionados y la universidad no puede estar ajena a los grandes cambios de la propia sociedad.
La Universidad puede estar orgullosa, pues sólo sus integrantes son pasajeros y ella permanece intacta. El desarrollo de la comunidad está en manos de los universitarios. Cincuenta años son una herencia que no podemos desdeñar, debemos festejar, tenemos una universidad fuerte, robusta, que se moderniza y que fija la agenda de la educación superior a nivel nacional. Felicidades Universidad Autónoma de Chihuahua, felicidades Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.